Adaptabilidad y mente flexible
Por: Marina Pérez
La capacidad de adaptación al cambio, a lo nuevo, a lo desconocido, a lo diferente se apoya en el modo como nuestra mente afronta y se enfrenta con la realidad.
Tener una mente flexible ayuda a deslizarse en situaciones diferentes sin perder el rumbo. La mente flexible disfruta el movimiento, explora, cuestiona, se pregunta, observa, aprende, se pone a prueba. Es optimista y divertida. No se contraría con la diferencia ni con el error.
Toda mente flexible vive según las siguientes premisas:
- Evitar el dogmatismo: compaginar las convicciones racionales y abiertas al análisis y revisión, sin caer en el todo vale.
- Evitar tomarse demasiado en serio a sí mismo: procurar el buen humor y la disposición a la risa como forma de vida.
- Evitar aplicar las normas de manera ciega: analizar el fondo de la norma y buscar en su aplicación razones fundamentadas
- Identificar prejuicios, fanatismos y paradigmas: filtrar el propio juicio para no catalogar las situaciones o las personas de modo personal o arbitrario.
- Resolver las situaciones complejas de manera sencilla: adoptar una actitud profunda, pero no insondable, sin caer en la trivialidad, que facilite adquirir “una sencillez compleja”.
- Evitar de toda forma el autoritarismo o el abuso de poder: adoptar una posición participativa abierta al diálogo y a la diferencia.
Manifestaciones de adaptabilidad
La flexibilidad mental requiere una práctica y un esfuerzo atento para arraigarla y para formarla. Es un arte que requiere al menos de cuatro principios: el criterio bien formado, saber cuándo se puede hacer la excepción a la regla, identificar el camino del medio y entender el verdadero valor del pluralismo.
A continuación, exponemos una lista de manifestaciones que pueden orientar en dicho empeño.
No es un elenco exhaustivo a alcanzar, sino una elenco que inspire y motive a descongelar nuestra mente para que tenga la plasticidad y frescura de lo nuevo, del material capaz de expresarse de diversas maneras.
- Saber pasar de un estado desorganizado a uno organizado y viceversa
- Pasar de un nivel simple a uno complejo
- Pasar de una escasa autoobservación a una mejor auto reflexión
- Pasar de una mente rígida a una mente plástica
- Estar dispuesto a una transformación profunda del gusto y de la propia opinión
- Estar desprendido de las experiencias negativas y/o positivas
- Tener una disposición profunda de autocorrección
- Pensar primero; confrontarse personalmente luego; finalmente decidir
- Respetar lo que sea respetable
- Convivir con la diferencia
- Identificar en uno mismo los dogmatismos y entender que son vulnerabilidades que se activan cuando la rigidez mental no deja pensar
- Aprender a perder
- Entender que cuando no comparten nuestra idea no implica que “están contra uno”
- No subestimar a las personas
- Tener capacidad de asombro ante lo desconocido
- Afrontar la controversia y analizar la opinión de otros
- Aproximarse a la verdad desde diversas perspectivas e integrarlas en un todo dinámico
- Evitar soluciones simplistas e incompletas
- Buscar desacomodarse, salir del mismo sitio, de la misma rutina, del mismo gusto
- Compaginar pensamiento divergente (soluciones no convenidas o más audaces) con pensamiento convergente (refrendar sus descubrimientos mediante la lógica o la evidencia)
- Eliminar los “ismos”: racismo, clasismo, feminismo
- No dejarse llevar por las primeras impresiones; no rotular, no catalogar a las personas
- Comprender que las crisis son necesarias para que cualquier transformación se lleve a cabo
- Evitar en la comunicación los imperativos categóricos: tienes que, debes hacer, esta dicho que…
- Modificarse, reinventarse, actualizarse, revisarse, dudar, preguntarse
- Asimilar las contradicciones e intentar resolverlas
- No aferrarse al pasado ni negarlo
- Abrazar la existencia de manera equilibrada
Para concluir podríamos decir que, en este mundo cambiante, imprevisible y volátil, necesitamos flexibilizarnos internamente para que nuestra vida fluya sin lastimar ni lastimarnos.
La rigidez nos encajona, nos asfixia y nos expone a sufrimientos psicológicos y físicos.
La flexibilidad resulta por tanto un factor de protección y genera mejoras en nuestras relaciones interpersonales, tanto en el ámbito familiar como en el laboral.
Todos buscamos la tranquilidad y la paz interior para palpar la felicidad.
Dicha felicidad en gran parte es el resultado de saber adaptarse a lo que llega, a lo que sale, a lo que somos, al mundo que nos rodea.
Y un escalón para mantener la serenidad interior es la adaptabilidad. Y esta adaptabilidad depende en buena proporción de que tengamos una mente flexible.